Mario Rodríguez Fernández: “porque escribí estoy vivo”*

En un duelo de caballeros que ya va para medio siglo, el campanil de la Universidad de Concepción en Chile (UdeC) y el Profesor Emérito Mario Rodríguez Fernández, se miden mutuamente los arrestos. La torre, de 42 metros y 50 centímetros, rematada por el infatigable reloj y su sincronía de campanas, lleva casi 80 años señoreando en las quimeras de esta casa del pensamiento. El Maestro de Literatura, de casi nueve décadas, es el docente más veterano en activo de la institución académica. Desde su oficina, la número 10 en la segunda planta de la Facultad de Humanidades y Arte, se observa a plenitud la magnífica mole vertical. Desde el balcón del campanario se divisa con exactitud la habitación encristalada, repleta de libros, donde el sabio ha diseccionado por lustros la belleza literaria del continente. El campanil tiene la ventaja pétrea de la permanencia. El Maestro tiene el arma infalible de la poesía. No habrá perdedor en este combate. Ambos, quién lo duda, son elegidos del tiempo.

Lo importante en el arte es la constancia

Lo he visto en las exquisitas tardes de concierto de la Casa Amauta, en Pinar del Río, sacarle el alma al piano con una limpieza y concentración de antología y luego, tras agradecer con caballeroso estilo; escurrirse de la mano de su amada para que el eco de los elogios no quiebre el rumbo de la llaneza. En varias ciudades de la Isla como Sancti Spíritus, Matanzas y Holguín, y en otras de Estados Unidos, México o España, su arte ha pasado incólume la exigencia y entusiasmo de los públicos. Cuestionario mediante, aquí van las melodías vitales de Franco Rivero Bueno, quien sabe, también, organizar ideas con despliegue de sinfonía.